Cuando terminas una clase y una mamá te escribe esto, mi corazón rebosa de amor y me da fuerza para continuar en mi camino:
» Voy a empezar agradeciéndote todo lo que haces por mi hija, no puedo hablar de ninguno más. Haces que su capacidad de concentración sea fuerte, y lo haces de una forma divertida y motivadora. ¡Que difícil es lograr algo así!. Te preocupas por su desarrollo artístico, das esa libertad que a los padres a veces nos cuesta, y dejas tiempo para su percepción y estimulación creativa. Has estudiado como hacer que el niño en cuestión le vaya mejor una actividad u otra, si para su desarrollo psicomotor es mejor unas pinturas en concreto o no. Eres integradora dentro de un grupo, miras a cada uno diferente, porque lo son.
Que gran dificultad! Suena sencillo y no lo es para nada. Tienes la paciencia de alguien sabio que ve a un árbol crecer, abonándolo a poquitos y orientándolo casi sin darse cuenta para que crezcan sus ramas lo más grandes posibles. Este escrito es mi aliento, y mi halo para darte fuerzas. En la naturaleza de lo artístico también hay cabida para ruidos, negros y grandes silencios. Yo te regalo hoy una balada relajada, reconfortante y llena de colores, más que nada para hacerte olvidar lo goyesco que tienen algunas personas de desdibujar la realidad. Así que quiero decirte, y sé que hablo en nombre de la mayoría, GRACIAS por tu interés, dedicación, y acción en Yoga y en manos creativas! ¡Eres maravillosa!.»